domingo, 8 de marzo de 2009

Día 9 de abril de 1971. Viernes Santo ¿causalidad o azar?.

Ese Viernes Santo, 9 de abril del año 1971, se dio lo que yo considero, no una casualidad como es común pensar, sino una causalidad. Sin dejar de pensar que existe cierta dosis de azar, creo firmemente que en todo hay siempre una única causa: Dios. Esa causalidad entonces tuvo un gran impacto en nosotros, dando un giro imprevisible e inesperado a nuestra vida familiar: Juan Carlos aceptó la propuesta de acompañar, como Subsecretario, al recién nombrado Ministro de Relaciones Exteriores doctor José Antonio Mora Otero .

El flamante ministro era un brillante diplomático uruguayo cuya carrera culminó en Wahington, D.C., como Secretario General de la Unión Panamericana (luego Organización de los Estados Americanos). Al terminar el tiempo del cargo fue reelegido para un segundo período, lo que hizo que permaneciera en él el doble del tiempo habitual. Una vez terminado el cual, se retiró regresando a su país para disfrutar de un bien merecido descanso. Aunque éste tuvo que ser pospuesto de momento al ofrecerle la cartera el Presidente Pacheco Areco y él aceptarla. Mostró así su espíritu patriótico, ya que conllevaba por cierto un sacrificio personal: sufría de cáncer a los huesos, muy doloroso y como vivía en San José, no tenía casa en Montevideo de modo que para estar cerca de la Cancillería y del Presidente, tuvo que residir en un hotel, el Victoria Plaza, hoy Radisson.

Actualmente, con las comunicaciónes a las que estamos habituados, esto puede parecer extraño pero entonces no existía internet, no había computadoras y ni siquiera télex y las llamadas al interior se hacían por operadora y demoraban varias horas. Todo eso hacía impracticable su idea de vivir en su chacra de Libertad como lo había planeado con su esposa. Y además, estaba el hecho de ser tan mayor. Es gracioso que así me lo pareciera. Claro que entonces tenía 40 años menos, ahora ya no lo veo así: tenía más o menos la edad que tengo yo hoy.

Seguramente también pensó, como el Presidente al proponerle el cargo, que sus contactos con los líderes del mundo serían invalorables para el Uruguay, en especial en ese momento en que además de uruguayos, los tupamaros tenían en su poder secuestrados varios diplomáticos como el Embajador de Gran Bretaña, Geoffrey Jackson; el Cónsul de Brasil, Aloysio Dias Gomide; el experto internacional Agrónomo Claude Fly. En esas circunstancias las condiciones personales del Dr. Mora Otero, trabajador infatigable con una muy vasta experiencia en diplomacia y una mente lúcida y moderna unidas, además, al hecho de que sus relaciones personales con las personalidades de los países más adelantados le permitían levantar el teléfono y hablar directamente con los líderes mundiales. Evidentemente todo ello lo convertía en candidato ideal para ocupar el cargo.

Las relaciones exteriores, siempre importantes para los países menos poderosos, en ese momento eran claves para el Uruguay y, por lo tanto, resultaba esencial que al frente del Palacio Santos hubiera una persona con mayores condiciones aún que las requeridas en circunstancias normales para dirigir la diplomacia uruguaya. Los titulares de los diarios internacionales eran muy negativos respecto a nosotros, con una gran cobertura de los actos de violencia de los tupamaros. Hasta ese momento en el mundo nos llamaban la "Suiza de América", se referían a Montevideo como la "tacita de plata"y nos consideraban un oasis de civilización y de paz, muy diferente de otras sociedades en las que campeaba la violencia, a diferencia de nosotros. Aquí, gracias a Dios, nos era desconocida a los que no habíamos vivido en 1904 la última guerra civil.

A partir del lunes siguiente a ese Viernes Santo de 1971, en la mañana y después del desayuno con los chiquis, en vez de dirigirse a su trabajo en el ómnibus -desde 1953 Auxiliar 1º en el Edificio Estévez, sede de la Presidencia de la República y desde 1962 en la Oficina en Uruguay de la Organización de Estados Americanos- Juan Carlos lo hacía en el auto oficial del Ministerio, manejado por el chofer. Lo único que no cambió fue la hora de la partida: 7.30, que siguió siendo la misma. El regreso, tarde en la noche, cuando ya los chiquis habían cenado, estaban bañados y acostados, apenas a tiempo para escuchar algún comentario rápido respecto a lo más saliente del colegio y para darles el "besito de las buenas noches", al decir del Topo Gigio, dibujo animado muy en boga en ese tiempo.

Excepto, claro, en los días de fecha nacional de los países acreditados ante nuestro gobierno, cuando tenía que volver a bañarse y cambiarse de ropa para la recepción correspondiente. A la que concurría media hora antes de la fijada en la invitación para tratar durante esos 3o minutos los temas de interés para ambos países con el Embajador, quien luego los trasmitía a su Cancillería, y después se retiraba cuando empezaban a llegar los demás invitados. Ésos eran días de fiesta en casa: siempre se hacía un tiempo especial para los chiquis. Unos minutos en que jugaba -y ¡hasta bailaba!- con ellos el tema del momento. Recuerdo especialmente una canción sobre los pajaritos que requería especial agilidad para bailarla: había que levantarse, siempre agitando las manos a la vez que había que agacharse hasta quedar en cuclillas, y rápidamente recomenzar, levantándose de nuevo y repiténdolo varias veces. Reconozco que yo nunca tuve la habilidad necesaria para hacerlo, pero él y los chiquis eran expertos.

También regresaba a casa para asistir a las cenas en las Embajadas en que era de estilo vestir smoking los caballeros y traje largo las señoras. Aunque Juan Carlos no aceptaba más que una cena por mes eran momentos más distendidos, donde era posible la conversación, con tranquilidad en vez de intentar hablar en medio del ruido de la multitud que concurría a las recepciones. Agradecía a Dios casi no tener obligación de asistir, pese a que la contracara de no hacerlo era estudiar de memoria los nombres y la composición familiar de los diplomáticos acreditados ante nuestro gobierno para conocerlos un poco mejor al no tener un contacto habitual, sino apenas en contadas ocasiones como ya dije. Juan Carlos consideraba que para el trabajo no era conveniente trabar amistad con los diplomáticos ni con los funcionarios del Ministerio para no establecer diferencias entre ellos.

domingo, 1 de febrero de 2009

Épocas de vacas gordas y de vacas flacas

Épocas de vacas gordas y de vacas flacas


Como alguna de las chicas mayores estaba estudiando en ese momento Historia Antigua, concretamente Egipto, comenzó la broma de que en la familia Blanco pasaba por épocas: una época de vacas gordas y una época de vacas flacas. La época de las vacas gordas era la que habían conocido hasta ese momento. La época de las vacas flacas era la que comenzaba con la renuncia de Juan Carlos a la OEA y la aceptación de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores. Supongo que la idea surgió porque Juan Carlos reunió a los chiquis al día siguiente de aceptar el cargo para hablar con ellos explicándoles las razones de su cambio de trabajo. Y también para adelantarles que ese cambio iba a afectar la vida familiar. Implicaba por ejemplo, que se suprimirían algunas cosas agradables, como la Coca Cola y los helados de los fines de semana y otros pequeños placeres, ciertamente no imprescindibles. Y que también habría cosas nuevas y no necesariamente agradables pero necesarias tal como estaba la situación, como el hecho de que a veces tendríamos que salir nosotros, dos sin ellos. Hasta entonces, salvo contadas excepciones, nuestras salidas los incluían.

Como tantas veces ocurre, curiosamente la vida después luego fue mostrando que lo que comenzó como una broma no lo era tanto sino, más bien, una realidad en casa. Contra lo que parece la lógica, cada vez que Juan Carlos tuvo en un puesto político, para cumplir el cual renunciaba al cargo internacional o a la práctica privada de la profesión. Y nuestra economía descendía en picada. Volvía luego al llano y nos recuperábamos. Una y otra vez. Al punto que se alternaban las “vacas gordas y las vacas flacas”. Al decir de los chicos “Papá es extraño, cuando está trabajando bien y gana dinero, le gusta dejar todo para servir al país.”


Con el correr de los días esos cambios se fueron verificando en todos los órdenes. Pasando algunos de un lado al otro en la escala de prioridad, a más (preocupaciones y yo, también temores), otros a menos (servicio doméstico, salidas juntos) sin dejar nunca de estar en el primer lugar el amor en la familia y la educación, formal en la escuela e informal en casa. Una preocupación acuciante era que los chiquis por su edad (de 10 a 4 y medio) no confundieran los dorados de los oropeles del cargo con el oro de los valores que queríamos inculcarles para que fueran personas de bien, porque como dice Pitágoras: "Eduquen a los niños y no será necesario castigar a los hombres", a lo que añadíamos lo religioso, creyendo firmemente como Santa Teresa de Ávila en su poema: "Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta".

Con gran alegría podemos comprobar, ya pasados los años en que nos tocó la primera parte de la tarea que nunca termina y es para nosotros la más importante: la de ser padres, que gracias a la ayuda de Dios tenemos los hijos más maravillosos del mundo, tanto los que son de nuestra carne y sangre como los que, como con tanta verdad y tan gráficamente dice Juan Carlos, "los que por ellos vinieron".

Recuerdo que apenas a 2 o 3 días de asumir estaban todavía los chicos deslumbrados por el auto oficial, el chofer y el "Señor Ministro" con que le abría la puerta esperando que entrara o saliera, según el caso, para después cerrarla antes de colocarse nuevamente al volante, Juan Carlos trajo a casa un montón de diarios. Ahora recuerdo solamente alguno de ellos, como El Popular, con fotos y artículos sobre él, el Ministro Mora Otero y el gobierno del Presidente Pacheco Areco. Por supuesto no tenían aplausos ni les cantaban loas. Para mi sorpresa, se los mostró a los chicos uno a uno explicándoles que hasta entonces solamente hablaban de él las personas que lo conocían pero que desde que era miembro del gobierno, todas las personas que no lo conocían también podían hablar de él y podían decir la verdad o inventar mentiras si querían. Y que eso era bueno y era importante al ser el derecho de todos los ciudadanos de un país libre el estar o no de acuerdo con lo que hacen los gobernantes. Agregó que por supuesto cada persona es responsable por sus actos y por sus palabras. Y que si bien con ellos es posible engañar a muchos, inclusive a Papá, a Mamá, a la maestra, o peor, aún es posible engañarse a sí mismo, hay alguien a quien nunca nadie puede engañar: Dios. Él sabe todo de todos y un día más o menos cercano, pero seguro, le va a pedir a cada uno cuentas de cómo ha actuado en la vida; de modo que lo más importante era actuar conforme a la conciencia que nos dice lo Él espera de cada uno. Y añadió que si escuchaban que alguien decía cosas feas de su padre nunca vacilaran en preguntarle y él les diría la verdad. Cosa que hizo siempre, con total honestidad, como acostumbra con todos. Quizás es por eso que lo admiran, además de quererlo.

viernes, 16 de enero de 2009

Butantan (el Nido de Víboras)

Como les decía, el mundo de mi juventud era diferente. En ese mundo nací, viví, estudié y en la Facultad de Derecho conocí a Juan Carlos. Allí también, en la Facultad de Derecho, escuché a alguien hablar por primera vez del Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay: uno de los profesores en una conversación entre clases, en el corredor, comentó que el entonces Ministro lo llamaba "Butantan". Nombre original que me llamó tanto la atención que quise saber qué significaba. Obviamente no podía acercarme y preguntarles así que tuve que ingeniarme. Entonces no existía Internet ni Wilkipedia pero si la Enciclopedia Británica en muchos volúmenes ordenados alfabéticamente. Soy insistente. Y con gran sorpresa después de varios intentos me enteré que era un lugar en Brasil, muy famoso, donde se criaban serpientes y se estudiaban antídotos para sus venenos. ¿Qué podía tener de común una oficina pública en Montevideo con un nido de víboras en Brasil? Nunca encontré la conexión. Ni entonces ni, años después, cuando conocí un poco más por dentro el Ministerio.

Aunque lo apoyé para aceptar y luego lo acompañé en todo, lo mejor que pude, debo reconocer que no me hizo feliz la decisión de Juan Carlos de aceptar la Subsecretaría. No me hizo feliz, ante todo porque temía por él: los tupamaros tenían secuestrados al Embajador del Reino Unido, sir Geoffrey Jackson, al Cónsul de Brasil, Aloysio Dias Gomide y otros extranjeros, además de uruguayos; hacía años que había atentados y bombas continuamente, al salir de la casa nadie podía estar seguro de volver a ella. Y lo peor era que Juan Carlos siguiendo la vocación de santidad que siempre fue leit motiv de su vida, decidió que sería él quien corriera los riesgos inherentes a su función porque, decía: "Nunca podría perdonarme que por cuidarme a mi un custodia fuera muerto o herido" de modo que nunca aceptó guardia ni custodia en la oficina ni en el auto ni en casa.

La actividad social que requería la función en sí misma, no fue nunca, ni antes ni durante ni después, prioridad para mi. Sí me encanta la gente y he tenido la gracia de Dios de conocer mucha gente maravillosa, admirable, ejemplos vivos de amor al prójimo. Algunos religiosos y otros no, pero todos con cualidades dignas de imitar y que he tratado de imitar. Personas con las que disfruto compartiendo valores y creciendo espiritualmente. Y así también ocurrió con el Ministerio. Por supuesto allí y fuera de allí también he conocido gente común y corriente sin nada especial, como yo, y también algunas pocas personas malas, como las hay en todos los grupos humanos sin excepción, incluso en la propia familia.

Cuando de la Dirección de Protocolo me preguntaron a cuáles de los múltiples eventos diplomáticos deseaba concurrir mi respuesta fue clara: solamente aquellos a los que fuera necesario en función del trabajo de mi esposo. Y ciertamente no a los tés de señoras. A pesar de que siempre me encantaron. Pero que descartaba hacía tiempo en razón de que 4 de los 5 chiquis iban a una escuela de doble horario y salían de casa en la mañana regresando recién a las 4 y media de la tarde. Por lo cual yo quería estar en casa a esa hora. La experiencia me había enseñado que era en ese momento, reunidos todos en torno a la mesa de la merienda de la tarde, que sentían el placer de compartir conmigo y entre ellos, con el mayor entusiasmo e interrumpiéndose unos a otros, los acontecimientos del día. Luego, ya era la hora de los deberes y se pasaba a esa etapa.

Por otra parte las circunstancias especiales que se vivían me impulsaban a querer estar con ellos todo el tiempo posible. Una anécdota que da idea del ambiente de esa época . Un día yendo al portón del garage donde los chicos que iban al British eran recogidos por el ómnibus del colegio, con el chofer y su respectiva acompañante, vi que los dos eran personas diferentes de las que venían habitualmente. Primero me sorprendí y luego, por supuesto, no los dejé subir: temí que fueran secuestradores. Llamé por teléfono a Juan Carlos que descalificó la idea diciendo: "En el Uruguay nadie puede pensar en secuestrar niños". Reconociendo la importancia de que no perdieran clases seguí su sugerencia y aunque aún con temor y angustia, los llevé en taxi.

El año antes- en 1970- habíamos vendido los dos autos para la compra de la casa de la Rambla 6699 donde vivíamos desde entonces y Juan Carlos no permitía que el auto oficial lo usara nadie más que él para el trabajo. En casa ya no tenía más ayuda que la de una señora que venía de lunes a viernes 4 horas en la mañana. Y éramos Juan Carlos y yo, los 5 pequeños, mi Papá después de fallecer Mamá y luego, al enviudar a su vez, la Mamá de Juan Carlos. ¿Le extraña a alguien que no tuviera demasiado tiempo para actividades sociales. Ni ganas. Y con motivo. Explicable quizás con esta otra anécdota.

El primer compromiso oficial al que concurrimos fue una cena en honor de Juan Carlos como Canciller Interino pues el Ministro estaba de viaje. Era en la Embajada de Gran Bretaña y, como se acostumbraba entonces, de smoking. La invitación la había cursado el segundo de la Embajada, Jim Henderson, Embajador también Interino a cargo de la misma, no por viaje del Embajador, sino porque éste estaba secuestrado por los tupamaros. Ya había bañado, dado de cenar y acostado a los niños. Y estaba vestida y maquillada esperando a Juan Carlos que había llegado a cambiarse de ropa. Cuando estábamos despidiéndonos de María, la mayor, en ese momento con sus 10 añitos, que quedaba a cargo de sus 4 hermanos menores, sin guardia, sin custodia y sola en la enorme casa, ya cerrando la puerta de calle, muy seria y compenetrada de su rol, dijo: "Ah, Mami, si vienen los tupamaros ¿qué hago?". Horrorizada ¡ni se me había ocurrido semejante cosa! entré diciendo: "Yo no voy nada, ve tu solo" a lo que Juan Carlos contestó que era impensable hacer semejante desaire nunca, pero mucho menos dadas las circunstancias. Con su característico sentido del deber, expresado tan claramente en el lema del colegio: Do what you ought, el cumpliendo del deber ante todo. Y a pesar del maquillaje corrido, lo acompañé. Hoy pienso que fui una gran inconsciente. Y gracias a Dios, no pasó nada. Pero fue uno de los tantos momentos amargos que pasamos, como la mayoría de los uruguayos, sin haber hecho nada para merecerlo. Y como ahora parece que nadie recuerda haberlos pasado.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Respuesta a la pregunta de "Ya se que es feo esconderse en el anonimato..."

Hoy voy a contestarle la pregunta que me hace la persona de que titula así su comentario: "Ya se que es feo esconderse en el anonimato pero era muy pequeña..." en vez de seguir con el orden cronológico.

Ante todo quiero aclarar que la respuesta a mi misma no me resulta clara, por tanto es larga. Pienso que vale la pena leerla porque siempre es bueno interesarse por las cosas que ocurren en el propio país.

Mi esposo entró como Subsecretario al Ministerio de Relaciones Exteriores el 9 de abril de 1971, al final del gobierno del Presidente Jorge Pachecho Areco. En noviembre de ese año se realizaron las elecciones nacionales en las que resultó electo Presidente Juan María Bordaberry. Quien pidió siguieran en el Ministerio tanto el Ministro, Dr. José Antonio Mora Otero como el Subsecretario, Juan Carlos Blanco. Y en noviembre de 1972, cuando el Dr. Mora Otero renuncia por motivos de salud, el Presidente Bordaberry le ofrece el cargo a Juan Carlos quien acepta.

Juan Carlos fue Ministro desde noviembre de 1972 hasta diciembre de 1976. En ese año fatídico para el Uruguay, los militares derrocan al Presidente electo Bordaberry y ponen en su lugar al Dr. Aparicio Méndez. Las elecciones nacionales tendrían lugar en noviembre de 1976 y a pesar de no estar de acuerdo con que se sustituyera al Presidente decidió seguir en el Ministerio hasta ese momento del pronunciamiento popular. Sin embargo en octubre de 1976 al regresar de la Asamblea General de Naciones Unidas y enterarse de que no habría elecciones pidió una reunión con el Presidente y la Junta de Oficiales Generales y renunció a su cargo. Renuncia que recién le fue aceptada el 23 de diciembre de 1976.

En esos 4 años y 1 mes mi esposo, el Canciller de los Uruguayos, trabajó exclusivamente para todos, como verás por lo que quedó de su obra:

Ministro de Relaciones Exteriores de noviembre de 1972 a diciembre de 1976.

1-- el primer acuerdo con Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea (1973);
2-- el acuerdo de inversiones con Estados Unidos (1973);
3-- elTratado del límite lateral marítimo, con Brasil (1973);
4-- el Tratado de límites en el Río de la Plata y su Frente Marítimo, con Argentina (1973);
5-- el Convenio Argentino-Uruguayo de Cooperación Económica, CAUCE, 20 de marzo de 1974;
6-- el Protocolo de Expansión Comercial con Brasil, PEC, el 12 de junio de 1975;
7-- el puente Paysandú-Colón sobre el río Uruguay (diciembre de 1975);
8-- el puente Fray Bentos-Puerto Unzué también sobre el río Uruguay;
9-- la represa de Salto Grande con Argentina (iniciada en abril de 1974):
10--la represa de Palmar con apoyo de Brasil, acuerdo de 12 de junio de 1975;
11--la iniciativa para la reforma del Sistema Inter Americano y el pluralismo de ideologías (OEA)(1973);
12--las bases para la ALADI y acuerdos como el MERCOSUR, a partir del esquema de la Cuenca del Plata (planteada en Buenos Aires, 1974);
13-- misiones para el fortalecimiento de las relaciones y la apertura de mercados a Egipto, Irán, Líbano, Kuwait, Arabia Saudita, Corea, Japón entre otros (1975 y 1976);
14-- la profesionalización del servicio exterior y
15-- el ingreso al Ministerio de Relaciones Exteriores por concurso abierto sin restricciones políticas.

Embajador del Uruguay ante las Naciones Unidas del 26 de mayo de 1982 al 28 de febrero de 1985.

De los 159 países miembros de UN durante los 2 años y medio de su gestión como Representante del Uruguay fue elegido:

-- Presidente del Grupo Latinoamericano, 2 veces.

-- Presidente del Comité Plenario de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo.

Senador de la República de 1990 a 1995.

De los 30 senadores durante los 5 años de su gestión fue elegido:

-- Vicepresidente del Senado.

-- Presidente de las Comisiones de: Hacienda , de Constitución y Legislación y de Asuntos Internacionales.


Durante esos 5 años presentó Proyectos de Ley sobre:
--empresas públicas, proponiendo se rigieran por el derecho privado;
--seguros y Banco de Seguros;
--derecho al honor;
--reforma de la Constitución, proponiendo que los directorios de las empresas se llenaran con personas con conocimientos técnicos y no fueran "premios consuelo" de los que no conseguían los votos para ser legisladores; que al ser nombrados Ministros perdieran las banca evitando que hubiera suplentes y dos o tres sueldos a pagar por una sola;
--la ley de puertos; etc.


Y en esos 5 años como Senador fue Miembro informante de más la mitad de los proyectos estudiados en el Senado en ese tiempo.

Autor de: "La Reforma Constitucional: revolución o parche", edición de la Fundación de Cultura Universitaria, 1995, en que sostiene entre otras cosas:

"Se observa en los más diversos países insatisfacción con la actividad política. La inconformidad no es con el sistema democrático sino con la forma de conducir los asuntos públicos. Se aspira a una renovación.

Hay un común denominador que consiste en la búsqueda de la verdad política y de una mayor transparencia...

Los tiempos exigen las transformaciones revolucionarias que habiliten la recuperación de la confianza...

Nuestro propio papel en la región como centro de equilibrio político y foco de irradiación de servicios y productos de calidad está relacionado con una organización política que funcione exitosamente.

La época presente, pese a los que a veces parecen desborde alucinantes, se caracteriza por la exigencia de la autenticidad. Y esto es bueno. Se reclama llamar a las cosas por su nombre. El disimulo y el eufemismo ya Ano corren@. Las apariencias edificadas para esconder son rechazadas. Una franqueza que puede llegar a ser brutal todo lo cuestiona.

Las instituciones y los sistemas de la más diversa naturaleza no escapan a una indagatoria despiadada. )Por qué razón las instituciones políticas quedarían fuera de esa exigencia? Es natural y positivo que se hallen sometidas a análoga presión.

Hay que reformar para la verdad. Hay que desmantelar todo lo que se le oponga. Hay que lograr lo genuino, lo auténtico.

...La disconformidad y la apatía reflejadas en los procesos electorales y en las encuentas de opinión son una realidad que interpela y que urge. Hay que ir a su encuentro con soluciones renovadoras que devuelvan la confianza en el sistema.

La alternativa que se presenta ante nosotros es cruda: un parche sobre los males que visiblemente aquejan el funcionamiento político y alientan la disconformidad, o una revolución que transforme las reglas de juego para avanzar a un estadio superior de la organización política.

Las conductas no se imponen por decretos. Pero sí es posible promover los cambios deseados modificando radicalmente las reglas de juego vigentes.

Una reforma limitada, aunque tenga elementos positivos, no es la solución. Se necesita un cambio drástico en el escenario político que transforme completamente la situación y devuelva, por su transparencia, la confianza y la credibilidad, Hay una búsqueda de las instituciones de la verdad.

La nueva frontera a conquistar es una ampliación del círculo dirigente y una mayor sintonía con la sociedad y sus nuevas realidades. El camino es hacia un estadio superior de la democracia. Hay que aumentar el poder de decisión de los ciudadanos.

La reforma no debe estar ligada a intereses electorales o partidarios. No es para favorecer ni para perjudicar a nadie. Las reglas han de ser impersonales.
Entre nosotros la reforma pasa por cambiar el régimen electoral: suprimir la acumulación por lemas y sub-lemas; elegir los diputados por distritos en base a un sistema de mayoría, una 20 vuelta para éstos y para presidente cuando la mayoría no es concluyente y limitar y luego prohibir las reelecciones.

También se requiere remodelar las relaciones entre los poderes y regir las empresas públicas por el derecho privado.Los ciudadanos comunes tienen que participar en la propiedad y en el control de esas empresas.

La devolución de funciones a los pueblos y a los Departamentos es una exigencia central en un nuevo estado democrático. En todas las poblaciones tiene que haber autoridades electas, capaces de manejar sus propios asuntos. Los Intendentes deben tener un papel renovado como dirigentes regionales.


Espero haber contestado tu pregunta. Por supuesto si quieres saber más no vaciles en hacerme cuantas quieras. Como me dijo un Senador de la República hace un tiempo, no de este período:



"Juan Carlos se buscó esto, nunca pidió ni hizo favores, se limitó a cumplir con su deber: siempre estuvo solo y sigue solo."



Y mi mayor orgullo es que nunca estuvo solo, siempre estuvo con Dios. Y la Gracia de ese Dios-con-nosotros que nace nuevamente en cada Navidad hace que no tenga ni odio, ni resentimiento, ni rencor, y que pueda rezar por todos los uruguayos para que, juntos, encontremos el camino que supimos recorrer para ser otra vez un pueblo unido en la búsqueda del bien común.

Ahora paso a contestar tu pregunta dentro de lo que puedo: el 28 de junio de 1976 una persona detenida en la lucha contra la guerrilla escapó de los que la tenían y entró al jardín de la Embajada de Venezuela gritando "Asilo, asilo". Los que la habían llevado entraron tras ella y la sacaron a la fuerza, la subieron a un coche y desaparecieron.

Como los Embajadores solamente pueden comunicarse con las autoridades de gobierno del país donde están acreditados a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, el Embajador de Venezuela presentó allí una nota de protesta. Mi esposo mandó la nota al Ministerio del Interior que es quien se ocupa de todo lo que tiene relación con los delitos en todos los países para que si la persona estaba detenida fuera devuelta a la Embajada de Venezuela. La respuesta fue que no estaba detenida y no tenían noticias del hecho pero que iban a investigarlo. Y no se supo nada más porque tanto el Ministerio del Interior como el de Defensa Nacional sostuvieron que no habían tenido nada que ver. Hasta el día de hoy no se sabe nada más. No se encontró al autor del secuestro.

El 18 de noviembre de 2002 mi esposo fue procesado como co-autor del secuestro de esa persona y el Juez sostiene en el auto de procesamiento que todavía está en su poder: 26 años después Juan Carlos la seguiría teniendo escondida, pese a que durante ese tiempo fue Embajador de Uruguay ante las Naciones Unidas de 1982 a 1985, ayudando al regreso de la democracia aquí en el campo internacional y luego de 1990 a 1995 fue electo Senador y ejerció esa función.

Más tarde cuando la Comisión para la Paz dijo que la persona estaba muerta, el Juez cambió el delito por el Homicidio. Y por 3ª vez ahora se cambió para desaparición forzada de personas, delito que existe desde hace muy poco.

Luego también lo acusaron y procesaron por las muertes en Buenos Aires de Zelmar Michelini, el Toba Gutiérrez Ruiz (del que era amigo personal) y dos uruguayos más que aparecieron asesinados en un auto y que la justicia argentina ya encontró a los asesinos.

Como verás es muy complicado para entenderlo. Pienso que si el secuestro de esa señora en vez de ser en el jardín de una Embajada hubiera sucedido en un Hospital ¿estaría preso el Ministro de Salud Pública? O si hubiera sido en una escuela ¿sería co-autor el Ministro de Educación y Cultura? ¿Porqué está preso el Ministro de Relaciones Exteriores pero ningún Ministro del Interior ni de Defensa Nacional que es de quien dependen la Policía y los militares? ¿Porqué el Ministro de Relaciones Exteriores y ningún militar si dicen que fueron los militares quienes la mataron?

¿Cómo puede alguien probar que es inocente? ¿Cómo probar que no se hizo algo? No hay respuesta a ninguna de mis preguntas, solamente la realidad es que está preso un inocente que nunca le hizo daño a nadie y que reza por los que lo persiguen y lo difaman porque eso es lo que nuestro Señor Jesucristo nos enseña.

Gracias por tu interés y sobre todo por ser un ser que piensa porque solamente con seres pensantes puede salir adelante un país y yo amo al mío, que es el de mis hijos, nietos y bisnietos y deseo lo mejor para ellos y para todos los que viven en Uruguay, sin excepciones.

martes, 9 de diciembre de 2008

Palacio Estévez: emoción entre abrazos, aplausos y felicitaciones.

Así comenzó el periplo en Relaciones Exteriores. Con grandes dudas y temores míos y con aún más grande fe y voluntad de servicio al país y a los uruguayos de Juan Carlos. Y también con mucha rapidez. Desde el ofrecimiento el viernes a la rápida asunción del cargo el sábado y al interinato enseguida, al partir el Dr. Mora Otero, como estaba previsto, el domingo a la reunión de Cancilleres de la OEA en Costa Rica.

¡Increíble cambio de vida para la familia en apenas dos días! Juan Carlos regresa a casa después de la oficina, como Director de la OEA el viernes y ya es Ministro Interino de Relaciones Exteriores el domingo!

Obviamente ese día acompañó al Aeropuerto al Canciller y al volver a casa se despidió en la puerta del chofer y el custodia. El Comisario Surraco, custodia del Ministro, casualmente su
compañero y amigo de tantos años de Casa de Gobierno, le preguntó a qué hora quería que lo pasara a buscar al día siguiente. La respuesta fue clara: "A ninguna. Tú eres el custodia del Ministro. Yo soy el Subsecretario y no voy a tener custodia." Huelga decir que Surraco argumentó largamente: que era su trabajo, que era innecesario que "Blanquito"-como le decían- corriera semejante riesgo; que ya hacía más de 8 años que el MLN-T había comenzado sus operaciones; que en ese mismo momento tenían en su poder secuestrados al Embajador del Reino Unido, Sir Geoffrey Jackson, desde el 8 de enero y al Cónsul de Brasil, Aloysio Dias Gomide y a varios más. Juan Carlos se mantuvo firme en su posición. Y no aceptó custodia.

Al regreso de Costa Rica también el Ministro Mora intentó disuadirlo con su pensamiento muy racional: "Yo soy viejo y enfermo y saben que me moriré si me secuestran, pero Blanco, usted tiene 36 años y 5 hijos pequeños. ¡Boccato di cardenale para ellos! ¡Primera plana internacional asegurada!".

Pese a su empeño no logró convencer a Juan Carlos y muy preocupado por su seguridad le pidió al Presidente Pacheco Areco que le diera la orden de aceptar cutodia. El Presidente le habló del pedido del Ministro Mora y su propia preocupación al respecto. La respuesta fue: "Presidente, ante todo le ruego me permita hacerle una pregunta. Si los tupamaros me secuestran sin tener custodia, internacionalmente el comentario será: "¡Qué tonto no haberla tenido!". Si aún teniendo custodia me secuestran -y a ambos nos consta que es posible- el comentario será: "Qué país el Uruguay! Los sediciosos secuestran al Subsecretario de Relaciones a pesar de la custodia." Yo prefiero que en el mundo se me considere un tonto y no que se denoste a mi Patria. ¿Usted qué preferiere? Ahora que por supuesto si usted me ordena tener custodia, así lo haré". Claro que esa orden nunca se dió.

En aquella época ya tan lejana no existían ni los videos ni los CD, ni qué decir MP3, Ipod, etc. pero sí las cassettes de audio. Cuando Juan Carlos volvió a casa después de esa conversación me pidió que le diera una para grabar. Y en ella dejó claramente expresada su voluntad de que en caso de ser secuestrado en ningún caso se negociara su rescate. Por si no fuera suficiente con ello agregaba que si estando secuestrado decía algo diferente no debía ser tomado en cuenta porque no era su libre decisión sino sólo una demostración de no haber podido resistir las presiones. Y me pidió que en ese caso lo diera a publicidad.

¡Años muy duros para todos los uruguayos!

Volviendo a su nueva función. Después de pasar de viernes a domingo de funcionario internacional con generoso sueldo en dólares a Ministro interino con 25% del salario y en pesos, llegó el momento del primer acuerdo con el Presidente. El cual tuvo lugar en el mismo salón de honor en que se hacían las reuniones del Consejo Nacional de Gobierno, cuyas actas corregía como auxiliar administrativo. Con la consiguiente marea de viejos recuerdos y nuevas emociones. Una vez terminado el acuerdo se dirigió a la puerta principal para salir del edificio por la majestuosa escalera del Palacio Estévez. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando al bajar ve al pie de la misma a sus compañeros y amigos de 18 años de trabajo que, compartiendo la emoción del momento, le esperaban con fuertes aplausos! Así, entre abrazos y felicitaciones, entra al gobierno a 7 meses de las elecciones nacionales de noviembre de 1971.

martes, 2 de diciembre de 2008

El mundo en que viví mi juventud

Como era común en la época de mi adolescencia y juventud, éstas trancurrieron principalmente en familia: con mis padres, abuelos, muchos tíos y primos. Por supuesto también con mis compañeros de colegio primero, luego de liceo, después de facultad y con los amigos de amigos, los empleados del registro de mi padre y las personas del servicio doméstico de las respectivas casas.


Todos compartíamos los mismos valores: honestidad, sinceridad, afecto, importancia máxima de la familia y sin duda el respeto al prójimo. La única diferencia que había entre unos y otros era la mayor o menor cantidad de dinero de que disponían. Ninguno era muy rico ni tampoco demasiado pobre. El abuelo de mi padre, vasco francés, llegó a Uruguay muy joven, como muchos de sus coterrános, era lechero y mi padre contaba que en las fiestas de Navidad y Año Nuevo festejaba descorchando en su casa una botella de Champagne francés, de su tierra. Sí era necesario hacer un esfuerzo para comprarla pero no provocaba el descalabro en el modesto presupuesto. Su hijo, mi abuelo, empezó también muy joven como cadete en un Registro, casa mayorista que importaba telas e hilos de coser desde Europa primero y luego de la guerra del 39, desde Estados Unidos, y los vendía a los comercios minoristas de plaza en toda la República. Luego de muchos años de esfuerzo fue "habilitado" en la firma y finalmente, uno de los dueños. A su muerte, mi tío, el único hermano de mi padre y mi padre -que había cursado varios años de Facultad de medicina y abandonado por surmenages recurrentes- siguieron el negocio en el que habían comenzaron también desde abajo, como sus antecesores. Así lo harían también más tarde mis primos varones y mi hermano. Las mujeres se suponía que, salvo caso de necesidad para la subsistencia de la familia, no debían trabajar "para no sacarle el trabajo a otra que realmente lo necesite".


Por parte de mi madre, eran 8 hermanos, 6 mujeres y 2 varones. Cuando sus padres perdieron todo su dinero en la quiebra del Banco Francés e Italiano a principios de siglo tuvieron que dejar la casa del Centro y fueron a vivir a la Unión. Mi abuelo obtuvo el cargo de Comisario -que mantuvo hasta su jubilación- siendo muy querido en el barrio. Vivían en la calle Asilo, en una casa antigua con lo que para nosotros era un gigantesco terreno, cuyo fondo llegaba hasta Cabrera, donde tenían gallineros, muchos frutales y criadero de conejos. ¡Qué placer trepar a los guayabos y ciruelos y comer allí, en el árbol, la fruta recién arrancada por uno mismo! Los mayores temían que al estar caliente pudiera causarnos problemas digestivos. Gracias a Dios nunca los tuvimos. Los primos disfrutábamos sábados y domingos en familia, con los abuelos y tías solteras y visitas varias, en especial una vecina de enfrente, muy querida, mayor, también soltera, que cruzaba en la mañana y pasaba el día allí. Para nosotros, otra abuela: Adela Horta. Y la empleada con retiro, Sofía, que cocinaba con una de mis tías las delicias más exquisitas y sabía curar la "culebrilla" pero ¡solamente a las personas a las que les tenía cariño, no a extraños porque "no soy bruja"!.


Ciertamente un mundo muy distinto del actual. Un mundo donde los mayores eran escuchados con respeto. La autoridad era obedecida sin discutirla. Las diferencias de opinión se hacían con base en razones y argumentos de cada parte, no con insultos ni palabras groseras. Había una sana ambición de mejorar, pero no odio, ni lucha de clases, ni envidia al que tenía más. El orgullo del trabajo -cualquiera que éste fuera- llevaba a tratar de hacerlo lo mejor posible. Y, siempre, la esperanza de que los hijos lograran ascender en la escala social gracias a la entonces excelente educación que recibían en la escuela pública. Y efectivamente así era. ¡Cuántos ministros, legisladores y hasta presidentes asistieron a ella! Juntos, los hijos de las familias más distinguidas y las más humildes, estudiaron y forjaron amistades que perduraron a lo largo del tiempo y contribuyeron a hacer a unos y a otros mejores, al comprender los problemas de los demás y por ende al ser más humanos y solidarios.


Un mundo en que la mayor vergüenza era el ser un "mal educado" y la falta de cortesía no era excusable. Si uno se equivocaba era normal reconocerlo y disculparse. Cuando una persona tropezaba en la calle inmediatamente varias manos se tendían para ayudarla. En los distintos barrios todos los vecinos se conocían y se saludaban y en las tardecitas de verano salían a la vereda y conversaban animadamente el farmaceútico, el almacenero, el médico, el abogado, el diputado, el senador, el ministro, el lechero y el carbonero. Las "matinés" de la tarde del sábado -de 14 a 18 horas, pese a su nombre incluían también la siguiente -"vermout"- de 18 a 20 por el mismo precio, de la que salíamos con los ojos llorosos y enrojecidos, felices, reunía a los hijos de todos. Igual que en las tardes de semana todos compartían los juegos, desde el más importante, por supuesto el fútbol hasta los menores, bolita, rayuela, payana. En el tranvía o en el ómnibus se saludaba al guarda y se daban las gracias al recibir el boleto. Costumbre que sigo manteniendo. Pienso que pedir por favor lo que se desea y dar las gracias cuando se recibe algo es parte de la calidad de vida, calidad de vida que en gran parte se ha perdido por desinterés por el prójimo.

¡Qué gran verdad en la oración del pobrecito de Asís, San Francisco!


"Oh, Señor, haz de mi un instrumento de tu paz:
Donde hay odio, que yo lleve el Amor.
Donde hay ofensa, que yo lleve el Perdón.
Donde hay discordia, que yo lleve la Unión.
Donde hay duda, que yo lleve la Fe.
Donde hay error, que yo lleve la Verdad.
Donde hay desesperación, que yo lleve la Esperanza.
Donde hay tristeza, que yo lleve Alegría.
Donde hay tinieblas, que yo lleve la Luz.


Oh Maestro, haced que yo no busque tanto:

A ser consolado, sino a consolar.

A ser comprendido, sino a comprender.
A ser amado, sino a amar.

Porque:


Es: dando, que se recibe;

Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna."



En ese mundo, con esos valores, crecí, estudié y llegué a la Facultad de Derecho. Conocí a Juan Carlos. Y escuché por primera vez hablar del "Ministerio de Relaciones Exteriores".

domingo, 30 de noviembre de 2008

Momento de decisión

Juan Carlos regresó después de lo que nos parecieron horas, del Hotel Victoria Plaza donde lo había llamado el Dr. José Antonio Mora Otero mis padres se habían quedado a esperarlo y confirmó que Papá había acertado en su pronóstico. El Presidente Joge Pacheco Areco le había ofrecido la cartera de Relaciones Exteriores vacante por la renuncia del Canciller Jorge Peirano Facio y la había aceptado. Con una única condición: que Juan Carlos fuera quien le acompañara como Subsecretario. Habiendo regresado hacía muy poco de Washington después de vivir allí 12 años y estando enfermo necesitaba tener a su lado a alguien de su absoluta confianza. Era lógico que pensara en alguien cuyo trabajo de 9 años en la OEA lo hacía conocido y esperaba que le contestara afirmativamente. Y cuanto antes porque el lunes comenzaba la reunión de Cancilleres de OEA en Costa Rica y debía estar allí. Juan Carlos le pidió el tiempo de hablar conmigo para conocer mi opinión antes de dar la respuesta.

Conocía bien la vocación de Juan Carlos por el servicio público, larga tradición de familia tanto por parte de los Blanco como de los Acevedo, así como su deseo -que ya había demostrado con su opción del empleo en la OEA- de hacer lo que estuviera en su mano por su país, en especial en los momentos difíciles por los que pasaba entonces. Sin embargo no podía dejar de considerar el aspecto económico que la respuesta implicaba para nosotros. Dado el aumento de nuestra familia, dos hijos más de los que teníamos cuando compramos la casa anterior, ahora María Celia de 10 años, María Luisa de 9, María Elena de 7, Juan Carlos de 5 y Daniel de 4, decidimos comprar una más grande. Lo hicimos por una permuta hacía apenas 15 meses, en la Rambla, Tomás Berreta 6699. Por supuesto de mayor precio, que incluía además de la otra casa, los dos autos, un terreno en la calle Santander y lo que me preocupaba en esos momentos era que se completaba con una importante hipoteca. De fácil cumplimiento cuando se realizó, dado que Juan Carlos ganaba en la OEA un sueldo excelente y además lo recibía en dólares americanos.

Por supuesto pensé inmediatamente que Juan Carlos quería hablar conmigo pensando en esa hipoteca. Nunca fueron parte de sus múltiples intereses los aspectos económicos ni de dinero, quizás por falta de interés. O quizás por falta de tiempo, ya que desde que nos casamos siempre trabajó muchas horas por día primero, estudiando y con un empleo, luego con dos empleos de tiempo completo, después full time en el Ministerio. Así, en la división de tareas en el matrimonio a me tocaron las mejores: el hogar y los hijos, y también las peores: las gestiones, los pagos y los gastos. A fin de mes cuando cobraba, Juan Carlos me daba el sobre con el sueldo reservándose una pequeña cantidad para café y cigarrillos. En esa época tomaba 24 expresos y fumaba 2 cajas de Republicana diariamente, hábitos perjudiciales que un día con una gran voluntad decidió abandonar y lo hizo, gracias a Dios. Nunca se ocupó de compras ni de su ropa, no salía con sus amigos sino que los invitaba a casa, tampoco fue de ruedas de café ni de bar. Una anécdota en la familia es "EL pantalón sport que se compró Papá", lo único que se compró en su vida, obligado, una vez en la Embajada en Nueva York en que yo estaba de viaje y él tuvo que asistir a un almuerzo informal de trabajo.

No tuve la menor duda que si le decía que no aceptara el ofrecimiento, su respuesta al Dr. Mora sería negativa. Tampoco tuve ninguna duda de que si así fuera, sería siempre una piedra en nuestro matrimonio y en nuestro amor. Y nuestro amor era, y es, infinitamente más importante que el dinero. Así que pese a compartir los muy racionales argumentos de mi madre, que Juan Carlos contestaba con la misma fe que ahora, como Abraham, con su característico "Dios proveerá", le pedí que aceptara. Con grandes dudas en mi interior, frutos de mi poca fe.

Juan Carlos renunció a la OEA, aceptando ser Subsecretario de Relaciones Exteriores. Y con la radicalidad con que entiende el cumplimiento del deber, según el lema del colegio "do what you ought", no solamente aceptó el nuevo cargo sino que dejó de lado una promisoria carrera internacional renunciando al de Director de la Oficina de la Unión Panamericana en Montevideo. Por una razón de ética, quizás exagerada, entendió que en el ejercicio de la función pública, en un momento en que la OEA era considerada "mala palabra" por la oposición y la opinión pública en general, no era adecuado poner otra dificultad al Presidente Pacheco que ya enfrentaba más que suficientes, apenas saliendo de una crisis económica que se arrastraba desde hacía más de una década, con permanentes amenazas de censura a los Ministros y a pocos meses de las elecciones.

Sin embargo, en lugar de mantener el cargo en la OEA, para volver a él luego de terminar su permanencia en el gobierno, pidiendo licencia por ese tiempo como es la costumbre internacional y como le aconsejaba con afecto el flamante Ministro, Juan Carlos presentó su renuncia indeclinable, quemando las naves.

Lo hizo así aún pensando que estaría poco tiempo en el Ministerio. Aunque como era corriente en esa época, Wilson Ferreira Aldunate no hiciera caer al Ministro como acostumbraba, de todos modos en noviembre, antes de fin del año tendrían lugar las elecciones nacionales y vendría un nuevo gobierno con sus respectivas nuevas autoridades.

Cuando una compañera del colegio le dijo a una de las chicas: "¡Qué lustre ser ministro tu Papá", le contestó: "Es mi Papá el que le da lustre al Ministerio y no él a mi Papá". Ése fue siempre el sentir de la familia con respecto a los cargos: señor se nace, doctor se hace, según el dicho español.