lunes, 29 de diciembre de 2008

Respuesta a la pregunta de "Ya se que es feo esconderse en el anonimato..."

Hoy voy a contestarle la pregunta que me hace la persona de que titula así su comentario: "Ya se que es feo esconderse en el anonimato pero era muy pequeña..." en vez de seguir con el orden cronológico.

Ante todo quiero aclarar que la respuesta a mi misma no me resulta clara, por tanto es larga. Pienso que vale la pena leerla porque siempre es bueno interesarse por las cosas que ocurren en el propio país.

Mi esposo entró como Subsecretario al Ministerio de Relaciones Exteriores el 9 de abril de 1971, al final del gobierno del Presidente Jorge Pachecho Areco. En noviembre de ese año se realizaron las elecciones nacionales en las que resultó electo Presidente Juan María Bordaberry. Quien pidió siguieran en el Ministerio tanto el Ministro, Dr. José Antonio Mora Otero como el Subsecretario, Juan Carlos Blanco. Y en noviembre de 1972, cuando el Dr. Mora Otero renuncia por motivos de salud, el Presidente Bordaberry le ofrece el cargo a Juan Carlos quien acepta.

Juan Carlos fue Ministro desde noviembre de 1972 hasta diciembre de 1976. En ese año fatídico para el Uruguay, los militares derrocan al Presidente electo Bordaberry y ponen en su lugar al Dr. Aparicio Méndez. Las elecciones nacionales tendrían lugar en noviembre de 1976 y a pesar de no estar de acuerdo con que se sustituyera al Presidente decidió seguir en el Ministerio hasta ese momento del pronunciamiento popular. Sin embargo en octubre de 1976 al regresar de la Asamblea General de Naciones Unidas y enterarse de que no habría elecciones pidió una reunión con el Presidente y la Junta de Oficiales Generales y renunció a su cargo. Renuncia que recién le fue aceptada el 23 de diciembre de 1976.

En esos 4 años y 1 mes mi esposo, el Canciller de los Uruguayos, trabajó exclusivamente para todos, como verás por lo que quedó de su obra:

Ministro de Relaciones Exteriores de noviembre de 1972 a diciembre de 1976.

1-- el primer acuerdo con Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea (1973);
2-- el acuerdo de inversiones con Estados Unidos (1973);
3-- elTratado del límite lateral marítimo, con Brasil (1973);
4-- el Tratado de límites en el Río de la Plata y su Frente Marítimo, con Argentina (1973);
5-- el Convenio Argentino-Uruguayo de Cooperación Económica, CAUCE, 20 de marzo de 1974;
6-- el Protocolo de Expansión Comercial con Brasil, PEC, el 12 de junio de 1975;
7-- el puente Paysandú-Colón sobre el río Uruguay (diciembre de 1975);
8-- el puente Fray Bentos-Puerto Unzué también sobre el río Uruguay;
9-- la represa de Salto Grande con Argentina (iniciada en abril de 1974):
10--la represa de Palmar con apoyo de Brasil, acuerdo de 12 de junio de 1975;
11--la iniciativa para la reforma del Sistema Inter Americano y el pluralismo de ideologías (OEA)(1973);
12--las bases para la ALADI y acuerdos como el MERCOSUR, a partir del esquema de la Cuenca del Plata (planteada en Buenos Aires, 1974);
13-- misiones para el fortalecimiento de las relaciones y la apertura de mercados a Egipto, Irán, Líbano, Kuwait, Arabia Saudita, Corea, Japón entre otros (1975 y 1976);
14-- la profesionalización del servicio exterior y
15-- el ingreso al Ministerio de Relaciones Exteriores por concurso abierto sin restricciones políticas.

Embajador del Uruguay ante las Naciones Unidas del 26 de mayo de 1982 al 28 de febrero de 1985.

De los 159 países miembros de UN durante los 2 años y medio de su gestión como Representante del Uruguay fue elegido:

-- Presidente del Grupo Latinoamericano, 2 veces.

-- Presidente del Comité Plenario de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo.

Senador de la República de 1990 a 1995.

De los 30 senadores durante los 5 años de su gestión fue elegido:

-- Vicepresidente del Senado.

-- Presidente de las Comisiones de: Hacienda , de Constitución y Legislación y de Asuntos Internacionales.


Durante esos 5 años presentó Proyectos de Ley sobre:
--empresas públicas, proponiendo se rigieran por el derecho privado;
--seguros y Banco de Seguros;
--derecho al honor;
--reforma de la Constitución, proponiendo que los directorios de las empresas se llenaran con personas con conocimientos técnicos y no fueran "premios consuelo" de los que no conseguían los votos para ser legisladores; que al ser nombrados Ministros perdieran las banca evitando que hubiera suplentes y dos o tres sueldos a pagar por una sola;
--la ley de puertos; etc.


Y en esos 5 años como Senador fue Miembro informante de más la mitad de los proyectos estudiados en el Senado en ese tiempo.

Autor de: "La Reforma Constitucional: revolución o parche", edición de la Fundación de Cultura Universitaria, 1995, en que sostiene entre otras cosas:

"Se observa en los más diversos países insatisfacción con la actividad política. La inconformidad no es con el sistema democrático sino con la forma de conducir los asuntos públicos. Se aspira a una renovación.

Hay un común denominador que consiste en la búsqueda de la verdad política y de una mayor transparencia...

Los tiempos exigen las transformaciones revolucionarias que habiliten la recuperación de la confianza...

Nuestro propio papel en la región como centro de equilibrio político y foco de irradiación de servicios y productos de calidad está relacionado con una organización política que funcione exitosamente.

La época presente, pese a los que a veces parecen desborde alucinantes, se caracteriza por la exigencia de la autenticidad. Y esto es bueno. Se reclama llamar a las cosas por su nombre. El disimulo y el eufemismo ya Ano corren@. Las apariencias edificadas para esconder son rechazadas. Una franqueza que puede llegar a ser brutal todo lo cuestiona.

Las instituciones y los sistemas de la más diversa naturaleza no escapan a una indagatoria despiadada. )Por qué razón las instituciones políticas quedarían fuera de esa exigencia? Es natural y positivo que se hallen sometidas a análoga presión.

Hay que reformar para la verdad. Hay que desmantelar todo lo que se le oponga. Hay que lograr lo genuino, lo auténtico.

...La disconformidad y la apatía reflejadas en los procesos electorales y en las encuentas de opinión son una realidad que interpela y que urge. Hay que ir a su encuentro con soluciones renovadoras que devuelvan la confianza en el sistema.

La alternativa que se presenta ante nosotros es cruda: un parche sobre los males que visiblemente aquejan el funcionamiento político y alientan la disconformidad, o una revolución que transforme las reglas de juego para avanzar a un estadio superior de la organización política.

Las conductas no se imponen por decretos. Pero sí es posible promover los cambios deseados modificando radicalmente las reglas de juego vigentes.

Una reforma limitada, aunque tenga elementos positivos, no es la solución. Se necesita un cambio drástico en el escenario político que transforme completamente la situación y devuelva, por su transparencia, la confianza y la credibilidad, Hay una búsqueda de las instituciones de la verdad.

La nueva frontera a conquistar es una ampliación del círculo dirigente y una mayor sintonía con la sociedad y sus nuevas realidades. El camino es hacia un estadio superior de la democracia. Hay que aumentar el poder de decisión de los ciudadanos.

La reforma no debe estar ligada a intereses electorales o partidarios. No es para favorecer ni para perjudicar a nadie. Las reglas han de ser impersonales.
Entre nosotros la reforma pasa por cambiar el régimen electoral: suprimir la acumulación por lemas y sub-lemas; elegir los diputados por distritos en base a un sistema de mayoría, una 20 vuelta para éstos y para presidente cuando la mayoría no es concluyente y limitar y luego prohibir las reelecciones.

También se requiere remodelar las relaciones entre los poderes y regir las empresas públicas por el derecho privado.Los ciudadanos comunes tienen que participar en la propiedad y en el control de esas empresas.

La devolución de funciones a los pueblos y a los Departamentos es una exigencia central en un nuevo estado democrático. En todas las poblaciones tiene que haber autoridades electas, capaces de manejar sus propios asuntos. Los Intendentes deben tener un papel renovado como dirigentes regionales.


Espero haber contestado tu pregunta. Por supuesto si quieres saber más no vaciles en hacerme cuantas quieras. Como me dijo un Senador de la República hace un tiempo, no de este período:



"Juan Carlos se buscó esto, nunca pidió ni hizo favores, se limitó a cumplir con su deber: siempre estuvo solo y sigue solo."



Y mi mayor orgullo es que nunca estuvo solo, siempre estuvo con Dios. Y la Gracia de ese Dios-con-nosotros que nace nuevamente en cada Navidad hace que no tenga ni odio, ni resentimiento, ni rencor, y que pueda rezar por todos los uruguayos para que, juntos, encontremos el camino que supimos recorrer para ser otra vez un pueblo unido en la búsqueda del bien común.

Ahora paso a contestar tu pregunta dentro de lo que puedo: el 28 de junio de 1976 una persona detenida en la lucha contra la guerrilla escapó de los que la tenían y entró al jardín de la Embajada de Venezuela gritando "Asilo, asilo". Los que la habían llevado entraron tras ella y la sacaron a la fuerza, la subieron a un coche y desaparecieron.

Como los Embajadores solamente pueden comunicarse con las autoridades de gobierno del país donde están acreditados a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, el Embajador de Venezuela presentó allí una nota de protesta. Mi esposo mandó la nota al Ministerio del Interior que es quien se ocupa de todo lo que tiene relación con los delitos en todos los países para que si la persona estaba detenida fuera devuelta a la Embajada de Venezuela. La respuesta fue que no estaba detenida y no tenían noticias del hecho pero que iban a investigarlo. Y no se supo nada más porque tanto el Ministerio del Interior como el de Defensa Nacional sostuvieron que no habían tenido nada que ver. Hasta el día de hoy no se sabe nada más. No se encontró al autor del secuestro.

El 18 de noviembre de 2002 mi esposo fue procesado como co-autor del secuestro de esa persona y el Juez sostiene en el auto de procesamiento que todavía está en su poder: 26 años después Juan Carlos la seguiría teniendo escondida, pese a que durante ese tiempo fue Embajador de Uruguay ante las Naciones Unidas de 1982 a 1985, ayudando al regreso de la democracia aquí en el campo internacional y luego de 1990 a 1995 fue electo Senador y ejerció esa función.

Más tarde cuando la Comisión para la Paz dijo que la persona estaba muerta, el Juez cambió el delito por el Homicidio. Y por 3ª vez ahora se cambió para desaparición forzada de personas, delito que existe desde hace muy poco.

Luego también lo acusaron y procesaron por las muertes en Buenos Aires de Zelmar Michelini, el Toba Gutiérrez Ruiz (del que era amigo personal) y dos uruguayos más que aparecieron asesinados en un auto y que la justicia argentina ya encontró a los asesinos.

Como verás es muy complicado para entenderlo. Pienso que si el secuestro de esa señora en vez de ser en el jardín de una Embajada hubiera sucedido en un Hospital ¿estaría preso el Ministro de Salud Pública? O si hubiera sido en una escuela ¿sería co-autor el Ministro de Educación y Cultura? ¿Porqué está preso el Ministro de Relaciones Exteriores pero ningún Ministro del Interior ni de Defensa Nacional que es de quien dependen la Policía y los militares? ¿Porqué el Ministro de Relaciones Exteriores y ningún militar si dicen que fueron los militares quienes la mataron?

¿Cómo puede alguien probar que es inocente? ¿Cómo probar que no se hizo algo? No hay respuesta a ninguna de mis preguntas, solamente la realidad es que está preso un inocente que nunca le hizo daño a nadie y que reza por los que lo persiguen y lo difaman porque eso es lo que nuestro Señor Jesucristo nos enseña.

Gracias por tu interés y sobre todo por ser un ser que piensa porque solamente con seres pensantes puede salir adelante un país y yo amo al mío, que es el de mis hijos, nietos y bisnietos y deseo lo mejor para ellos y para todos los que viven en Uruguay, sin excepciones.

martes, 9 de diciembre de 2008

Palacio Estévez: emoción entre abrazos, aplausos y felicitaciones.

Así comenzó el periplo en Relaciones Exteriores. Con grandes dudas y temores míos y con aún más grande fe y voluntad de servicio al país y a los uruguayos de Juan Carlos. Y también con mucha rapidez. Desde el ofrecimiento el viernes a la rápida asunción del cargo el sábado y al interinato enseguida, al partir el Dr. Mora Otero, como estaba previsto, el domingo a la reunión de Cancilleres de la OEA en Costa Rica.

¡Increíble cambio de vida para la familia en apenas dos días! Juan Carlos regresa a casa después de la oficina, como Director de la OEA el viernes y ya es Ministro Interino de Relaciones Exteriores el domingo!

Obviamente ese día acompañó al Aeropuerto al Canciller y al volver a casa se despidió en la puerta del chofer y el custodia. El Comisario Surraco, custodia del Ministro, casualmente su
compañero y amigo de tantos años de Casa de Gobierno, le preguntó a qué hora quería que lo pasara a buscar al día siguiente. La respuesta fue clara: "A ninguna. Tú eres el custodia del Ministro. Yo soy el Subsecretario y no voy a tener custodia." Huelga decir que Surraco argumentó largamente: que era su trabajo, que era innecesario que "Blanquito"-como le decían- corriera semejante riesgo; que ya hacía más de 8 años que el MLN-T había comenzado sus operaciones; que en ese mismo momento tenían en su poder secuestrados al Embajador del Reino Unido, Sir Geoffrey Jackson, desde el 8 de enero y al Cónsul de Brasil, Aloysio Dias Gomide y a varios más. Juan Carlos se mantuvo firme en su posición. Y no aceptó custodia.

Al regreso de Costa Rica también el Ministro Mora intentó disuadirlo con su pensamiento muy racional: "Yo soy viejo y enfermo y saben que me moriré si me secuestran, pero Blanco, usted tiene 36 años y 5 hijos pequeños. ¡Boccato di cardenale para ellos! ¡Primera plana internacional asegurada!".

Pese a su empeño no logró convencer a Juan Carlos y muy preocupado por su seguridad le pidió al Presidente Pacheco Areco que le diera la orden de aceptar cutodia. El Presidente le habló del pedido del Ministro Mora y su propia preocupación al respecto. La respuesta fue: "Presidente, ante todo le ruego me permita hacerle una pregunta. Si los tupamaros me secuestran sin tener custodia, internacionalmente el comentario será: "¡Qué tonto no haberla tenido!". Si aún teniendo custodia me secuestran -y a ambos nos consta que es posible- el comentario será: "Qué país el Uruguay! Los sediciosos secuestran al Subsecretario de Relaciones a pesar de la custodia." Yo prefiero que en el mundo se me considere un tonto y no que se denoste a mi Patria. ¿Usted qué preferiere? Ahora que por supuesto si usted me ordena tener custodia, así lo haré". Claro que esa orden nunca se dió.

En aquella época ya tan lejana no existían ni los videos ni los CD, ni qué decir MP3, Ipod, etc. pero sí las cassettes de audio. Cuando Juan Carlos volvió a casa después de esa conversación me pidió que le diera una para grabar. Y en ella dejó claramente expresada su voluntad de que en caso de ser secuestrado en ningún caso se negociara su rescate. Por si no fuera suficiente con ello agregaba que si estando secuestrado decía algo diferente no debía ser tomado en cuenta porque no era su libre decisión sino sólo una demostración de no haber podido resistir las presiones. Y me pidió que en ese caso lo diera a publicidad.

¡Años muy duros para todos los uruguayos!

Volviendo a su nueva función. Después de pasar de viernes a domingo de funcionario internacional con generoso sueldo en dólares a Ministro interino con 25% del salario y en pesos, llegó el momento del primer acuerdo con el Presidente. El cual tuvo lugar en el mismo salón de honor en que se hacían las reuniones del Consejo Nacional de Gobierno, cuyas actas corregía como auxiliar administrativo. Con la consiguiente marea de viejos recuerdos y nuevas emociones. Una vez terminado el acuerdo se dirigió a la puerta principal para salir del edificio por la majestuosa escalera del Palacio Estévez. ¡Cuál no sería su sorpresa cuando al bajar ve al pie de la misma a sus compañeros y amigos de 18 años de trabajo que, compartiendo la emoción del momento, le esperaban con fuertes aplausos! Así, entre abrazos y felicitaciones, entra al gobierno a 7 meses de las elecciones nacionales de noviembre de 1971.

martes, 2 de diciembre de 2008

El mundo en que viví mi juventud

Como era común en la época de mi adolescencia y juventud, éstas trancurrieron principalmente en familia: con mis padres, abuelos, muchos tíos y primos. Por supuesto también con mis compañeros de colegio primero, luego de liceo, después de facultad y con los amigos de amigos, los empleados del registro de mi padre y las personas del servicio doméstico de las respectivas casas.


Todos compartíamos los mismos valores: honestidad, sinceridad, afecto, importancia máxima de la familia y sin duda el respeto al prójimo. La única diferencia que había entre unos y otros era la mayor o menor cantidad de dinero de que disponían. Ninguno era muy rico ni tampoco demasiado pobre. El abuelo de mi padre, vasco francés, llegó a Uruguay muy joven, como muchos de sus coterrános, era lechero y mi padre contaba que en las fiestas de Navidad y Año Nuevo festejaba descorchando en su casa una botella de Champagne francés, de su tierra. Sí era necesario hacer un esfuerzo para comprarla pero no provocaba el descalabro en el modesto presupuesto. Su hijo, mi abuelo, empezó también muy joven como cadete en un Registro, casa mayorista que importaba telas e hilos de coser desde Europa primero y luego de la guerra del 39, desde Estados Unidos, y los vendía a los comercios minoristas de plaza en toda la República. Luego de muchos años de esfuerzo fue "habilitado" en la firma y finalmente, uno de los dueños. A su muerte, mi tío, el único hermano de mi padre y mi padre -que había cursado varios años de Facultad de medicina y abandonado por surmenages recurrentes- siguieron el negocio en el que habían comenzaron también desde abajo, como sus antecesores. Así lo harían también más tarde mis primos varones y mi hermano. Las mujeres se suponía que, salvo caso de necesidad para la subsistencia de la familia, no debían trabajar "para no sacarle el trabajo a otra que realmente lo necesite".


Por parte de mi madre, eran 8 hermanos, 6 mujeres y 2 varones. Cuando sus padres perdieron todo su dinero en la quiebra del Banco Francés e Italiano a principios de siglo tuvieron que dejar la casa del Centro y fueron a vivir a la Unión. Mi abuelo obtuvo el cargo de Comisario -que mantuvo hasta su jubilación- siendo muy querido en el barrio. Vivían en la calle Asilo, en una casa antigua con lo que para nosotros era un gigantesco terreno, cuyo fondo llegaba hasta Cabrera, donde tenían gallineros, muchos frutales y criadero de conejos. ¡Qué placer trepar a los guayabos y ciruelos y comer allí, en el árbol, la fruta recién arrancada por uno mismo! Los mayores temían que al estar caliente pudiera causarnos problemas digestivos. Gracias a Dios nunca los tuvimos. Los primos disfrutábamos sábados y domingos en familia, con los abuelos y tías solteras y visitas varias, en especial una vecina de enfrente, muy querida, mayor, también soltera, que cruzaba en la mañana y pasaba el día allí. Para nosotros, otra abuela: Adela Horta. Y la empleada con retiro, Sofía, que cocinaba con una de mis tías las delicias más exquisitas y sabía curar la "culebrilla" pero ¡solamente a las personas a las que les tenía cariño, no a extraños porque "no soy bruja"!.


Ciertamente un mundo muy distinto del actual. Un mundo donde los mayores eran escuchados con respeto. La autoridad era obedecida sin discutirla. Las diferencias de opinión se hacían con base en razones y argumentos de cada parte, no con insultos ni palabras groseras. Había una sana ambición de mejorar, pero no odio, ni lucha de clases, ni envidia al que tenía más. El orgullo del trabajo -cualquiera que éste fuera- llevaba a tratar de hacerlo lo mejor posible. Y, siempre, la esperanza de que los hijos lograran ascender en la escala social gracias a la entonces excelente educación que recibían en la escuela pública. Y efectivamente así era. ¡Cuántos ministros, legisladores y hasta presidentes asistieron a ella! Juntos, los hijos de las familias más distinguidas y las más humildes, estudiaron y forjaron amistades que perduraron a lo largo del tiempo y contribuyeron a hacer a unos y a otros mejores, al comprender los problemas de los demás y por ende al ser más humanos y solidarios.


Un mundo en que la mayor vergüenza era el ser un "mal educado" y la falta de cortesía no era excusable. Si uno se equivocaba era normal reconocerlo y disculparse. Cuando una persona tropezaba en la calle inmediatamente varias manos se tendían para ayudarla. En los distintos barrios todos los vecinos se conocían y se saludaban y en las tardecitas de verano salían a la vereda y conversaban animadamente el farmaceútico, el almacenero, el médico, el abogado, el diputado, el senador, el ministro, el lechero y el carbonero. Las "matinés" de la tarde del sábado -de 14 a 18 horas, pese a su nombre incluían también la siguiente -"vermout"- de 18 a 20 por el mismo precio, de la que salíamos con los ojos llorosos y enrojecidos, felices, reunía a los hijos de todos. Igual que en las tardes de semana todos compartían los juegos, desde el más importante, por supuesto el fútbol hasta los menores, bolita, rayuela, payana. En el tranvía o en el ómnibus se saludaba al guarda y se daban las gracias al recibir el boleto. Costumbre que sigo manteniendo. Pienso que pedir por favor lo que se desea y dar las gracias cuando se recibe algo es parte de la calidad de vida, calidad de vida que en gran parte se ha perdido por desinterés por el prójimo.

¡Qué gran verdad en la oración del pobrecito de Asís, San Francisco!


"Oh, Señor, haz de mi un instrumento de tu paz:
Donde hay odio, que yo lleve el Amor.
Donde hay ofensa, que yo lleve el Perdón.
Donde hay discordia, que yo lleve la Unión.
Donde hay duda, que yo lleve la Fe.
Donde hay error, que yo lleve la Verdad.
Donde hay desesperación, que yo lleve la Esperanza.
Donde hay tristeza, que yo lleve Alegría.
Donde hay tinieblas, que yo lleve la Luz.


Oh Maestro, haced que yo no busque tanto:

A ser consolado, sino a consolar.

A ser comprendido, sino a comprender.
A ser amado, sino a amar.

Porque:


Es: dando, que se recibe;

Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna."



En ese mundo, con esos valores, crecí, estudié y llegué a la Facultad de Derecho. Conocí a Juan Carlos. Y escuché por primera vez hablar del "Ministerio de Relaciones Exteriores".

domingo, 30 de noviembre de 2008

Momento de decisión

Juan Carlos regresó después de lo que nos parecieron horas, del Hotel Victoria Plaza donde lo había llamado el Dr. José Antonio Mora Otero mis padres se habían quedado a esperarlo y confirmó que Papá había acertado en su pronóstico. El Presidente Joge Pacheco Areco le había ofrecido la cartera de Relaciones Exteriores vacante por la renuncia del Canciller Jorge Peirano Facio y la había aceptado. Con una única condición: que Juan Carlos fuera quien le acompañara como Subsecretario. Habiendo regresado hacía muy poco de Washington después de vivir allí 12 años y estando enfermo necesitaba tener a su lado a alguien de su absoluta confianza. Era lógico que pensara en alguien cuyo trabajo de 9 años en la OEA lo hacía conocido y esperaba que le contestara afirmativamente. Y cuanto antes porque el lunes comenzaba la reunión de Cancilleres de OEA en Costa Rica y debía estar allí. Juan Carlos le pidió el tiempo de hablar conmigo para conocer mi opinión antes de dar la respuesta.

Conocía bien la vocación de Juan Carlos por el servicio público, larga tradición de familia tanto por parte de los Blanco como de los Acevedo, así como su deseo -que ya había demostrado con su opción del empleo en la OEA- de hacer lo que estuviera en su mano por su país, en especial en los momentos difíciles por los que pasaba entonces. Sin embargo no podía dejar de considerar el aspecto económico que la respuesta implicaba para nosotros. Dado el aumento de nuestra familia, dos hijos más de los que teníamos cuando compramos la casa anterior, ahora María Celia de 10 años, María Luisa de 9, María Elena de 7, Juan Carlos de 5 y Daniel de 4, decidimos comprar una más grande. Lo hicimos por una permuta hacía apenas 15 meses, en la Rambla, Tomás Berreta 6699. Por supuesto de mayor precio, que incluía además de la otra casa, los dos autos, un terreno en la calle Santander y lo que me preocupaba en esos momentos era que se completaba con una importante hipoteca. De fácil cumplimiento cuando se realizó, dado que Juan Carlos ganaba en la OEA un sueldo excelente y además lo recibía en dólares americanos.

Por supuesto pensé inmediatamente que Juan Carlos quería hablar conmigo pensando en esa hipoteca. Nunca fueron parte de sus múltiples intereses los aspectos económicos ni de dinero, quizás por falta de interés. O quizás por falta de tiempo, ya que desde que nos casamos siempre trabajó muchas horas por día primero, estudiando y con un empleo, luego con dos empleos de tiempo completo, después full time en el Ministerio. Así, en la división de tareas en el matrimonio a me tocaron las mejores: el hogar y los hijos, y también las peores: las gestiones, los pagos y los gastos. A fin de mes cuando cobraba, Juan Carlos me daba el sobre con el sueldo reservándose una pequeña cantidad para café y cigarrillos. En esa época tomaba 24 expresos y fumaba 2 cajas de Republicana diariamente, hábitos perjudiciales que un día con una gran voluntad decidió abandonar y lo hizo, gracias a Dios. Nunca se ocupó de compras ni de su ropa, no salía con sus amigos sino que los invitaba a casa, tampoco fue de ruedas de café ni de bar. Una anécdota en la familia es "EL pantalón sport que se compró Papá", lo único que se compró en su vida, obligado, una vez en la Embajada en Nueva York en que yo estaba de viaje y él tuvo que asistir a un almuerzo informal de trabajo.

No tuve la menor duda que si le decía que no aceptara el ofrecimiento, su respuesta al Dr. Mora sería negativa. Tampoco tuve ninguna duda de que si así fuera, sería siempre una piedra en nuestro matrimonio y en nuestro amor. Y nuestro amor era, y es, infinitamente más importante que el dinero. Así que pese a compartir los muy racionales argumentos de mi madre, que Juan Carlos contestaba con la misma fe que ahora, como Abraham, con su característico "Dios proveerá", le pedí que aceptara. Con grandes dudas en mi interior, frutos de mi poca fe.

Juan Carlos renunció a la OEA, aceptando ser Subsecretario de Relaciones Exteriores. Y con la radicalidad con que entiende el cumplimiento del deber, según el lema del colegio "do what you ought", no solamente aceptó el nuevo cargo sino que dejó de lado una promisoria carrera internacional renunciando al de Director de la Oficina de la Unión Panamericana en Montevideo. Por una razón de ética, quizás exagerada, entendió que en el ejercicio de la función pública, en un momento en que la OEA era considerada "mala palabra" por la oposición y la opinión pública en general, no era adecuado poner otra dificultad al Presidente Pacheco que ya enfrentaba más que suficientes, apenas saliendo de una crisis económica que se arrastraba desde hacía más de una década, con permanentes amenazas de censura a los Ministros y a pocos meses de las elecciones.

Sin embargo, en lugar de mantener el cargo en la OEA, para volver a él luego de terminar su permanencia en el gobierno, pidiendo licencia por ese tiempo como es la costumbre internacional y como le aconsejaba con afecto el flamante Ministro, Juan Carlos presentó su renuncia indeclinable, quemando las naves.

Lo hizo así aún pensando que estaría poco tiempo en el Ministerio. Aunque como era corriente en esa época, Wilson Ferreira Aldunate no hiciera caer al Ministro como acostumbraba, de todos modos en noviembre, antes de fin del año tendrían lugar las elecciones nacionales y vendría un nuevo gobierno con sus respectivas nuevas autoridades.

Cuando una compañera del colegio le dijo a una de las chicas: "¡Qué lustre ser ministro tu Papá", le contestó: "Es mi Papá el que le da lustre al Ministerio y no él a mi Papá". Ése fue siempre el sentir de la familia con respecto a los cargos: señor se nace, doctor se hace, según el dicho español.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Presidencia de la República: casi 20 felices años

Desde el 11 de noviembre estaba tratando de seguir. Hasta hoy no lo logré. ¡Son tantos recuerdos que se agolpan buscando aflorar que hacen difícil elegir uno! Finalmente decidí seguir el orden cronológico.

En el año 1953 Juan Carlos y yo nos conocimos, empezando primer año en la Facultad de Derecho. Ahí estábamos separados, cada uno en su grupo: yo, con mis amigos de mis primeros años en el Liceo Francés, del liceo en las Alemanas y de Preparatorios del Instituto Batlle y Ordóñez y Juan Carlos con los suyos de la primaria en el Windsor, secundaria en el British School y Preparatorios del Seminario. Sin embargo entre unos y otros reinaba la camaradería mientras compartíamos la emoción de sentirnos "grandes", ya universitarios, en un mundo diferente y apasionante de libros, profesores, desafíos.

Apenas a los pocos meses de conocer a mi amado esposo, Juan Carlos, recibí la primera de las tantas lecciones con las que, sin siquiera enterarse, ha ido moldeando mi carácter vasco, de blancos y negros, buenos y malos, justos e injustos, con su exigencia para consigo mismo y su increíble manga ancha para con los demás:"Sólo Dios conoce el corazón de cada uno" "El que hace daño a otro es porque no es feliz, el que es feliz quiere ver a todos felices" "La desgracia mayor es no tener a Dios, hay que rezar para que todos puedan tener la felicidad de saber que Dios está con nosotros".

Sucedió que entonces no había un Presidente de la República. La Presidencia era ejercida por los 9 miembros del Consejo Nacional de Gobierno (6 por la mayoría y 3 por la minoría) a partir del año anterior, 1952, en que una nueva reforma -la 4ª desde la Constitución original de 1830- así lo establecía. El cambio requería más funcionarios en la sede de la Presidencia y uno de ellos fue Juan Carlos Blanco. Aunque apenas con 18 años, no era ése su primer puesto: ya a los 17 años se había presentado a un concurso en el Banco Hipotecario del Uruguay en el que obtuvo el primer puesto y el puntaje más alto logrado hasta ese momento por un concursante. Pero trabajó pocos meses porque el horario interfería con los estudios del último año de Preparatorios y renunció.

Permítanme una pequeña disgresión. Es curioso que mientras algunos países funcionan bien sin tener una Constitución escrita nosotros, meramente escribiendo en una reforma los cambios de lo que no nos gusta en la anterior, esperamos sea la solución de todos nuestros problemas. Así desde 1830 hasta hoy hemos pasado por la de 1918, 1934, 1942, 1952 y la actual, de 1967. Y aún no vemos ni aceptamos la realidad de que las soluciones no surgen de los papeles. A nosotros, jóvenes y pobres inocentes, que teníamos que estudiar cada una de las 5 existentes hasta entonces (la última obviamente fue posterior) eso nos afectaba muy directamente. Aunque contábamos con un privilegio: el catedrático de Derecho Constitucional era el inolvidable Justino Jiménez de Aréchaga, de cada una de cuyas clases disfrutábamos tanto como aprendíamos ¡eran tan divertidas como ilustrativas!

Volviendo a esa época, algo hoy tan normal, trabajar y estudiar, no era común entonces. Que yo recuerde, de los 90 estudiantes de la clase él era el único que lo hacía. Una mañana estábamos conversando en grupo, mayoría de varones, todos vestidos de traje y corbata, cuando nos llamó la atención la expresión de satisfacción en la cara de Juan Carlos y su sonrisa tan radiante, al punto que alguien le preguntó a qué se debía. La respuesta fue totalmente inesperada: contestó que se sentía orgulloso por haber conseguido poner, con total claridad y la mayor rapidez, ¡los sellos en los repartidos!. Nosotros ni entendíamos de qué sellos y de qué repartidos hablaba. Y tuvo que explicarnos que para que cada Consejero pudiera opinar sobre los temas a tratar en las sesiones del Consejo Nacional de Gobierno, se le entregaba a cada uno para su estudio los repartidos con los asuntos de cada Ministerio a tratarse en la próxima, cada uno con el sello del Ministerio respectivo para identificarlo.

Imaginen la reacción que suscitó escucharlo decir que ¡poner sellos! era para él un motivo de orgullo: casi nos ahogamos de risa. Sin molestarse, con la mayor seriedad, dijo que en su opinión "todo trabajo es igualmente necesario e importante; hacerlo con total dedicación y poniendo lo mejor de uno mismo es la mayor satisfacción". Todos nos miramos. Dejamos de reírnos. Y yo personalmente me sentí sorprendida y avergonzada: nunca se me había ocurrido pensarlo así. Fue ésa la primera vez que sentí admiración por Juan Carlos.

Sigo con Juan Carlos en 1953. Cuando empezó a trabajar como auxiliar administrativo en la Casa de Gobierno, entonces ubicada donde hoy es la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. Luego se trasladó al Palacio Estévez, en la Plaza Independencia. Continuó siempre en el mismo cargo de auxiliar administrativo, hasta que en 1971 fue nombrado Subsecretario de Relaciones Exteriores. Nunca tuvo un ascenso. Y era lógico puesto que muchos de sus compañeros de trabajo tenían más años en la oficina que él de edad. Pero lo que sí cambió fue la tarea que le asignaron. Al poco tiempo lo enviaron a la Sala del Consejo y poco después, a pedido de los Consejeros, corregía la redacción de lo dicho por cada uno en las Actas, ya que no es lo mismo cómo se habla que lo que queda escrito para leer. Y la satisfacción de que esos pedidos eran tanto de los Consejeros blancos como de los colorados, sin diferencia, todos le tenían confianza.

¡Trabajó allí casi 20 años! Años de compañerismo y de amistades duraderas, de alegrías -con la culminación de la carrera, el matrimonio, los cinco hijos con que Dios nos bendijo y, como toda vida humana, también de dolores con los seis bebés que no llegaron a término y la muerte el último de esos años de su Papá y mi Mamá. También fueron años de sacrificios y de grandes esfuerzos para lograr recibirse de abogado, después del tiempo de retraso por los años dedicados al gremialismo en el Centro de Estudiantes de Derecho. Además del doble empleo desde 1962, necesario económicamente y personalmente gratificante.

En 1971, ya con dos hijos, recién recibido, con las mejores notas, lo fueron a buscar a nuestro apartamento con el ofrecimiento de dos posibilidades de trabajo: un empleo en la Embajada de los Estados Unidos y otro en la Oficina de la Unión Panamerican (OEA), como Oficial de Prensa de la Alianza para el Progreso, iniciada poco antes por John F. Kennedy. No dudó en aceptar este último aunque el sueldo era más bajo porque pensó que desde un organismo internacional iba a poder serle más útil al Uruguay. Era un contrato por un año, que fue renovado hasta que finalmente pasó a integrar la planilla de funcionario de la OEA, primero como Consejero, luego Subdirector, Director y Representante Alterno ante ALALC (hoy ALADI).

El Secretario General de la Unión Panamerican era el Dr. José Antonio Mora Otero, que pudo conocer bien a Juan Carlos y su manera de trabajar, durante esos 9 años en la oficina de OEA.

Así, en abril de 1971, cuando por la renuncia de varios de sus ministros el Presidente Pacheco reorganiza el gabinete, le ofrece el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores a José Antonio Mora Otero. Opción inmejorable, conociendo las grandes cualidades personales y el aprecio y respeto de que goza a nivel internaciona el Dr. José Antonio Mora Otero, que éste acepta con sacrificio personal y gran patriotismo, pese a sufrir un doloroso cáncer a los huesos. Pide solamente que quien lo acompañe como Subsecretario sea Juan Carlos Blanco, alguien cuyo trabajo conoce y aprecia y en quien confía.

El 9 de abril de 1971, un inolvidable viernes Santo, acabábamos de cenar en casa, con mis padres, hermanos y sobrinos, cuando sonó el teléfono. Atiendo y, con la más grande de las sorpresas, escucho decir a Susana Nery de Mora Otero: "Rocío, me vas a odiar por esto, pero José Antonio quiere hablar con tu marido y le pide que venga al Victoria Plaza, ya." Juan Carlos va a atender a la cocina (el lugar donde estaba ubicado el teléfono en casa, para bromas de nuestros amigos y por mi comodidad: es donde yo pasaba la mayor parte del tiempo y siempre digo que aunque seguramente hay muchas maneras mejores de mostrar el amor, la que yo se es cocinar para los que amo). Volví a la sala y lo comenté. Papá dijo haber escuchado que Mora sería ministro y que sin duda, conociendo a Juan Carlos, lo llamaba para ofrecerle trabajo con él. Al volver Juan Carlos descartó la idea, explicando que seguramente lo que necesitaba de él era información de la Oficina para la reunión de Cancilleres de OEA que iba a realizarse en Costa Rica en esos días.

Segunda vez en que el destino, como hilo conductor, fue conduciendo a Juan Carlos de uno a otro de los empleos que tuvo sin nunca haberlos buscado

Papá tuvo razón. Y fue por haber elegido un sueldo menor en aras a servir mejor a su Patria, que la extraordinaria coincidencia de haber trabajado 9 años en la Oficina de la OEA en Uruguay mientras el Dr. Mora Otero era el Secretario General fue la razón de que le ofreciera acompañar su gestión en el cargo de Subsecretario de Relaciones Exteriores, al ocupar él la cartera.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Collar de recuerdos

Hoy, 8 de noviembre, sigo enhebrando mi collar de recuerdos. Conocí a Juan Carlos, mi amado esposo, en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, única existente en la fecha que comenzamos, en 1953. En el Decanato preocupaba el número, 90 estudiantes, que se pensaba si no sería excesivo ¿resistiría el Aula Pablo de María el peso de esos? En 1982 empezó 1º de Derecho y Notariado una de nuestras hijas, previo examen de ingreso, con un grupo de 600, bajo todavía en comparación con los actuales. ¡Qué diferencia en poco más de 50 años! y más aún si se piensa que la Universidad de la República (UDELAR) es ahora solamente una de las varias posibles para cursar Derecho.

Ciertamente todo era muy diferente entonces. Desde lo más simple, el cómo vestirse para ir a clase: los chicos iban vestidos de traje y corbata todos, muchos con chaleco. Y alguno más original, de pantalón y saco sport, era considerado un raro. En lo importante, estudiábamos en libros no en apuntes. Libros de grandes autores internacionalmente reconocidos, a menudo obras en varios tomos y en francés e italiano. Bajo el gran Decano Dr. Eduardo J. Couture la Facultad floreció en Jornadas de Derecho Internacional en distintas materias a las que eran invitados y asistían grandes profesores europeos cuyas conferencias nos fascinaban, además de enriquecernos. En cuanto al estudio mismo los profesores uruguayos no solamente respetaban sino que ayudaban a los alumnos en todo al punto que algunos como el Dr. Justino Jiménez de Aréchaga, el Dr. Jorge Peirano Facio, el Dr. Eduardo Jiménez de Aréchaga, el Dr. Juan B.Carballa invitaban a su biblioteca y ¡prestaban sus libros! Claro que los beneficiarios eran únicamente los varones porque ni soñar en ese tiempo que una chica fuera a casa de un hombre, aún siendo un caballero, como todos ellos y estando casado y viviendo con su esposa e hijos.
Los exámenes eran orales y constaban de dos partes. La primera, una disertación con un tema a desarrollar en 15 minutos, sacado al azar de un bolillero, que se preparaba mientras el alumno anterior rendía su examen ante dos profesores sentados a ambos lados del Presidente de Mesa que era quien había dictado el curso. La segunda, preguntas de dos de los profesores, alternados, y siempre del catedrático. Era poco corriente que se perdiera un examen, solamente nos preocupaba lograr en una sana competencia, la nota más alta. Los 3 sobresalientes con felicitaciones de la Mesa eran anunciados con genuina alegría y orgullo por el Presidente, más de una vez por día de examen.

Cuando decidimos casarnos al año siguiente, dejé de estudiar. Queriendo ambos tener una familia con muchos niños y disfrutarlos todo lo posible, me conocía bien como para saber que no podría una excelente profesional y excelente esposa y madre a la vez-como ahora son todas esas maravillosas jóvenes, como mis hijas, que admiro permanentemente-dejé la carrera para seguir lo que para mí estaba en lo alto de mi escala de valores: la familia. Quise hacerlo de modo que fuera claro que era mi libre elección de vida y sin que nunca él ni los hijos -si Dios nos los daba como deséabamos- pudieran pensar que fuera un sacrificio por ellos. Mi decisión de entonces ha sido ratificada cada día de estos 50 años en que me he sentido gratificada por el amor generoso y el apoyo incondicional de todos. ¡Cada uno de ellos una bendición del Señor!.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Anécdotas e historias de matrimonio

Hoy, 11 de noviembre de 2008, en el 50º aniversario de nuestro matrimonio, me preparo para una de las 3 visitas semanales de 2 horas cada una en que puedo estar con mi amado esposo, en la cárcel.

Doy comienzo este blog sobre anécdotas y experiencias de mis 74 años de vida en éste, mi bendito país, en mi juventud considerado internacionalmente al nivel del primer mundo.

Me pregunto a mi misma por qué, con 74 años de edad lo empiezo y no encuentro una sola respuesta.

Ciertamente me importan la verdad y la justicia y estoy tranquila en cuanto se es seguro su triunfo. A pesar de haya quienes, con Goebbels, crean que una mentira mil veces repetidas termina siendo una verdad, se que apenas es mera cuestión de tiempo que siempre la luz de la verdad resplandezca iluminando la oscuridad de la mentira. Con la misma seguridad de que la aurora iluminará las tinieblas de la noche, por muy negra que ésta sea.

Y claro que tengo el compromiso de trasmitir a mis hijos, nietos y bisnietos los valores morales y éticos que nos hace ser más humanos.

Más aún, como adulta, siento el deber de trasmitir la experiencia de mis 74 años de vida y cómo disfruté aquí de la armonía social de un Uruguay que fuera un oasis de paz y unidad, con una calidad de vida tan excelente que en el mundo se nos consideraba al mismo nivel de los países del primer mundo, llamando a nuestro Uruguay, la Suiza de América.

Y sin duda quiero compartir con cuantos lo lean que el amor de Dios nos hace a todos hermanos, no solo a los que nos hacen bien sino a los que nos odian también, como Jesús nos enseña, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Y que la dignidad de ser hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, único e irrepetible cada uno, con una misión que solo ese uno puede llevar a cabo y ningún otro, es la fuente de donde provienen los derechos humanos ya reconocidos en la Declaración de las Naciones Unidas y los que aún no lo han sido.

Y también quiero cumplir con mi deber de luchar no con armas materiales que hieren y matan sino con el arma mucho más poderosa de la oración que sana heridas y da vida nueva, junto a todos los que quieren hacer de nuestro lugar en el mundo el reino del amor, la justicia y la paz.

Invito a todos los que tienen esperanza y quieren trabajar para ese objetivo de unidad, a leerlo y hacer sus comentarios positivos sobre cómo lograrlo, cuanto antes.